La ayuda divina, en cuanto realización efectiva del amor de Dios a sus criaturas, necesita la mediación indispensable de la acción humana; algo que marca simultáneamente la responsabilidad y la grandeza de nuestras opciones.
Dios se aventura verdaderamente en la creación, se expone en su amor y puede ser herido por la negativa humana a colaborar con Él, sufriendo así las injusticias que se cometen contra muchos de sus hijos y soportando el fracaso de muchos proyectos
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